Amanece porque un hilo de luz, una hebra de esplendor
acaricia
la suave tela del párpado. Los campos estarán
fríos
en este otoño vestido ya de guirnaldas azules.
Huele, siento, respiro esa humedad de olivos
a punto de estallar. Oigo el zumbido de las abejas
que beben incansables de los viñedos.
El cielo es cristalino porque septiembre limpia
el aire y las praderas, las hierbas, el canto
gris de los pájaros, impregnado del color de los
ojos,
transformado
en memoria.
Los perros ladran junto al pozo cubierto por palos y viejas
cajas
de frutas.
Los madroños crecerán pronto.
Florecerá la jara y las encinas lucirán
sus galas mejores.
La hierba huele y suena como un violín.
No hay mariposas aún, sólo crisálidas
encendidas en las piedras
del bosque. Sólo arpegios, notas fundadas,
naturalezas a punto de extinguirse.
Ni siquiera la realidad es mía.