¿Habla
acaso el jaguar con la alondra?
¿Acaso el samán con las rumorosas piedras del
lecho
precisa de palabras para hundir sus raíces y beber
las aguas?
Una ley antiquísima o divina les rige.
Ah roto cerebro!
En nosotros... la Palabra.
Ella ordena la blanca certeza de la muerte,
y nos dice creer en la inocencia del tigre que la ignora,
así esté escrito en su sangre y en su carne.
Palabra que aún sin comprender el canto de los pájaros
cifras en lenguajes un paraíso de muertes y pasiones.
En medio del maizal las torcazas alzan vuelo
al sentir la voz de los corteros que se acercan.