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Cuando de la noche más aciaga
germina un cielo prometedor,
—ojo perfecto de nubes negras—
emerge esplendido el día y muere
bajo la infinitud de las sombras.
Y las almas, todas, gimen.
Y los besos, como los sexos,
se funden en una única fuente de gozo,
que es ella: la noble, la honesta;
la eterna dorada luna creciente
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