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Madre, la casa esta triste, sucia
y tirada al olvido. La pared donde alguna vez los grillos cantaron
sus cantos de lluvia yace habitada de viudas negras que me recuerdan
los instantes no gratos de ese lejano verano que se llevó
la alegría tuya.
No está en el viento tu rostro con el resplandor de
la mañana, tampoco esa mirada que iluminaba la oscuridad
de mis miedos y los convertía en un chiste de niños
inocentes.
El tiempo ha ido devorando todo lo bueno que teníamos
y sólo nos ha quedado una mezquina felicidad que nunca
llega con la brisa de las olas de ese futuro incierto.
Madre, cómo decirle al pasado que eres esa madrugada
despierta llorando mis desaciertos juveniles, cómo
gritar a esos errores lo he equivocado de mi sendero.
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