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hasta confundirse con las trenzas del parqué;
este silencio que va levantando una a una las paredes
de esta casa que huele como las cuevas deshabitadas;
este silencio que va acurrucándose en los rincones
de la ciudad
con la esperanza de calentarse ardiendo entre noticias incendiarias.
¿De dónde?
Me faltan palabras y me sobra sangre.
Los ojos hace ya minutos que desenchufaron las alarmas
y una de mis manos duerme en su ignorancia más egoísta.
Me acaricio el pecho y el humo de los cigarrillos me envuelve
los dedos.
¿De dónde este negro silencio
que avanza desde los párpados de la ventana entreabierta
hasta postrarse a mis pies como sombra de un gato hambriento?
Susurro tu nombre como un talismán
y los demonios diarios ocupan las cuatro esquinas de mi
cama.
Se equivocó el silencio.
No soy el poeta que está buscando en esta ciudad
sin tierra.
Ya no lo soy.
No me quedan versos antes de guillotinar mi cabeza con la
almohada.
Ni uno solo.
Sólo una palabra que se niega a ahogarse en la humedad
de mi lengua.
Antes de llevársela
tendría el silencio que quitarme la piel tira a tira,
que arrancarme una a una las uñas de los dedos
y, aún así, mi sangre dibujaría una
bandera con tu nombre
en el escenario amarillo de esta casa sin tierra.
Resuenan todos los teléfonos del mundo en mi cama
pero nada oigo: el tuyo permanece en silencio.
No has venido.
La angustia de tu ausencia enmudece las horas
y me dejo caer en el sueño como en un naufragio.
Ya nunca más volveré a verte.
¡Con cuánto sufrimiento, odio y soledad,
se alimenta el silencio que se alza en este horizonte!
¡Con cuántas miserias
tejemos el tapiz de recuerdos que esconde la basura del
día!
Tus palabras son mi único compañero;
el recuerdo de tus palabras en mis oídos,
el falso recuerdo de las palabras que no conoce diccionarios;
y así,
contando una a una las arrugas que no veré nunca
dibujadas en la declaración de guerra de tus labios,
esas arrugas que siembran de minas de ternura una tierra
sin tierra,
este tiempo que no puede ser tiempo sin ti,
intento firmar una tregua con la serenidad del sueño...
... pero ¿hasta
cuándo seré capaz de sobrevivir a tu silencio?
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