Pasan absurdos como las conversaciones que me llegan lejanas,
conversaciones que mezclan tapicerías con recetas de
cocina.
Pasan los minutos en el Hotel Plaza y tú no llegas,
tú que vas cruzando las aceras, volando por encima
de las citas,
tú que te sientas en un sillón y te colocas
la cara de espera,
cara perezosa y absurda con ojos que guiñan preguntas
y labios que no se atreven a pronunciar mi nombre...
... y creo verte, reina sobre un sillón rojo, reina
y solitaria,
pero tus ojos se confunden con otros ojos y los saludos
desfilan hasta convertirse en un tierno abrazo y en un beso.
Te imagino entrando por la puerta del Hotel Plaza.
Te imagino porque no te conozco,
porque
no te recuerdo.
Y tu risa convierte en cotidiano nuestro encuentro,
uno entre tantos, el único entre tantos.
Y pasan los minutos y la espera se convierte en dudas,
las horas, el lugar y el día bailan en mi memoria
y el puzzle de las posibilidades teje una telaraña
que intento mojar en el aliento caliente de una cerveza.
Pasan los minutos... intento leer los amores imposibles
que Darío Jaramillo me regala más allá
de sus versos...
y entonces, la puerta se abre y el frío de la tarde
me recuerda tu nombre,
mi única seña, mi único dato cierto en
esta cita a ciegas;
pero mi boca está sellada y paladeo tu nombre como
un dulce
con la avaricia infantil de quien se sabe dueño de
un secreto,
un secreto que se disuelve con el paso perezoso de los segundos,
con esa puerta que se abre y se cierra... pero que no te reconoce,
como yo,
como estos segundos que me separan de ti, de tu recuerdo.
Ahora que estamos más cerca que nunca,
ahora que sólo unos metros nos separan (¡tan
sólo unos metros!),
ahora que el aire nos confunde en un nudo de olores,
sólo tendría que salir a la calle para ponerle
cara a tu sonrisa,
para ganar el pulso a los segundos perdidos de la distancia.
Sólo un gesto y el tiempo de la espera sería
una cerveza
que ha dejado huérfano un plato vacío de aperitivos.
Sólo un gesto.
Sólo un gesto y las puertas de tu sonrisa se abrirían
de par en par
como estas puertas doradas que traspasas con paso certero.
Pero sólo tengo fuerzas para cerrar los ojos...
para seguir soñando en el Hotel Plaza con mi cita a
ciegas.
[De “Canciones y otros vasos
de whisky”]