HASTA EL ROCE DE UNA SIERRA
Sólo te diré que ese otoño
lo concebiste muy ventisco
-me desclavaste de la tierra-.
Además, a estas alturas,
ya sabrás de sobra que
no me importó
porque en aquellos días
hasta el roce de una sierra
me hacía dichoso.
Sabrás que fueron tiempos
en los que la gente con la cual me codeaba
se ponían como ejemplo a Georg Trakl.
Estudiaban para como él,
conseguir trabajo en una farmacia
llamada “Zum
WeiBen Engel”
Luego, ya vendría lo de la automedicación:
ya llegarían los días de vender uno
y meterse diez.
Por añadidura, ya vendrían
los vacíos abrazos de mármol
de la “Victoria
de Samotracia”.
RECUERDOS DE GUERRA
Recuerdo una habitación
de techos altos
y suelo de madera pulido
por millones de pasos.
Recuerdo aquella bombona de oxígeno
-casi tan alta como yo-
que usurera te prestaba
monedas de vida.
Nunca olvidaré como le pagabas
el impuesto revolucionario
a la condenada silicosis.
Nunca me arrebatarán, abuelo,
las historias que me contabas
de tus años de guerra.
Aunque siempre adiviné
que en aquellas historias imprimías
pequeños retazos de exageración
-como cuando me dijiste
que habías pilotado un avión-.
Hoy, paseando ante tu ausencia,
un ruido en el cielo llamó mi atención.
Levanté la cabeza,
y te vi a ti, abuelo,
a los mandos
de un avión de combate.
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