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Decidí por última
vez dejar en el ático del olvido esa vieja herida, como
quien deja de respirar el aire envenenado de la tarde y empezar
a vivir en las olas de la vida, el amanecer de mañana.
Quedé huérfano de silencio en noches desiertas
y comencé a descifrar estrellas en versos ajenos que
iluminen esa sabiduría que navega en otros barcos.
Decidí escribir sin reglas ni parámetros, por
que han causado heridas profundas que han mellado, mis palabras
sueltas.
¡Y eso, que nunca fui ni soy un poeta!
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