MILO recuerdo con lluvia que no pone la memoria.
El alba gris a veces difuminio de un crepúsculo
de barcos,
y el cielo siempre era un intento de mar que se detiene
a las puertas de hacerse indefinible.
Apenas un paseo, unas palabras
que se rompen al borde de los otros;
y las gaviotas, dibujadas sobre un lienzo
de paso hacia la noche, como la esperanza
de rodar hasta el recuerdo de ahora:
hería su necesidad de ser miradas.
Los de entonces, borrachos de aquel tiempo sin fe,
a la luz de un faro, una lección de intermitencias,
llegábamos al fin de los caminos,
donde empieza de nuevo la jomada
dispuestos a vendernos como frutas
por el amor que entonces parecía.
Acaso ya ni somos la semilla dejada en lejanía
porque otras tardes tristes nos unieron,
otros sitios previstos, tiempo arriba
(distintos de aquel puerto en el ocaso)
y a veces el azar nos emociona
con un gesto de mar en la mirada.
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