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Aquel pasado me alcanza. Lo siento
como el sueño que nos mantiene vivos
en la noche arruinada por el insomnio,
honda y oscura, como tu mirada apenas;
como el vaivén de las tardes
amontonadas desde entonces.
Se derriba el presente, este ayer fatigado
que me amordaza los sentimientos
y se hace cómplice del tiempo sostenido.
La tarde se vuelve como tu presencia
y no me alcanza el aire que te sujeta,
apuntalado, recosido, encallado,
donde el miedo resiste los ataques de la vida.
Aquellos años gastados de hiel,
aquellos siglos de sacrificio y esfuerzos
iluminaron entonces nuestra esperanza |