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Tocaba
en un garito de mala muerte, al que prácticamente no
se acercaba nadie, la verdad que yo lo hice atraído
por su música, pasaba por aquellas calles buscando
soledad y escuché aquellas melodías divinas,
que salían del peor antro de la zona, y me animé
a entrar. Pasaron muchos meses hasta que, por fin, me aceptó
una copa, cuando se sentó junto a mí, todas
mis curiosidades se desvanecieron, como si algo mágico
me hubiese hecho entender, que no debía de hablar.
Y así pasaron algunos meses más, le invitaba
a una copa, la aceptaba, nos sentábamos a la barra
y nos acompañábamos en nuestras soledades, hasta
que un día, y sin que yo me lo esperara, me preguntó
mi nombre, y así empezamos a hablar, obviamente le
pedí que me enseñara a tocar como él,
pues no lograba contagiar a la gente mi swing, no se inmutaban,
no bailaban, ni siquiera tarareaban, estaba claro que no tenía
filing, mi duende había muerto y yo, estaba más
que seguro de que él me haría cambiar. Me miró
fijamente a los ojos y me dijo lo siguiente:
"No toques
o cantes tu música con la intención de que todos
bailen al son de tu ritmo o, de que se paren a escucharte.
Toca desde el alma y con el corazón, invierte en ello
todos tus sentidos, que todas las células de tu cuerpo
vibren con tu pasión y no pongas más intención
que la de hacer sonar tu melodía, solo así,
te podrás fusionar con la música, lo de bailar
o no al ritmo de tu son o, simplemente pararse a escucharte,
no es cosa tuya, deja que cada persona, con su albedrío,
haga o sienta lo que quiera, tú, limítate a
ser feliz, y siente la magia de la banda sonora de tu vida,
toca, canta, haz lo que te plazca con la música, pero
hazlo para ti y por ti, sólo así podrás
sentir el embrujo de una de las Artes más sublimes
de la humanidad, no hay puerta que no se abra, ni barrera
que no se derrumbe, ni corazón que no se enternezca,
con una bella melodía pero, sólo haciéndolo
por ti, encontrarás la nota exacta que te hará
vibrar"
No me dijo nada más, nos quedamos saboreando nuestros
cubatas, nuestras soledades y nuestra silenciosa amistad.
Al día siguiente volví a escucharlo y me estaba
esperando un cubata en la barra, el camarero me dijo que me
lo había invitado el viejo Rodrigo. Cuando pregunté
por él, me respondió un chaval con pelo largo,
que afinaba su guitarra al lado del piano del viejo Rodrigo:
"El viejo murió anoche en la madrugada..."
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