Qué encrucijada de blanco
se deposita en los quicios,
intuyendo antiguos cauces
que destilan alboradas,
cuando el tiempo duerme su rigor
en el agostado cauce de las ausencias.
El filo de la herrumbre
calla nocturnos de silencio,
ante la unívoca presencia
de un agosto, que lentamente
comienza a deshojarse.
Ya sólo nos queda el vuelo
de gorriones al atardecer
sobrevolando cornisas
y un ciprés inalcanzable
que recita todos mis versos.
ENTREMARES
Se ve como camina el mar
y, a su antojo,
sube colinas de espuma,
se precipita por torrentes salinos
y asciende hasta donde Ceuta
custodia el tiempo
desde el monte Hacho.
Las Murallas aguardan
el devenir de la historia,
su peregrinaje de herraduras
y ciclamen,
su olor a narciso henchido
por la bruma del Estrecho.
Más allá de la singladura
queda, siempre, la palabra,
el agua teñida de tiempo
o la extensa bahía, donde Algeciras
habla con la luna
y la broza se mezcla de arena.