He sentido vibrar la esfera.
El viento me sopló rabioso,
se movió un punto
y temblaron mis pies.
Los radios, antes iguales,
me alargaron, me acortaron
y la figura, que era compacta,
se
agrietó.
Se tragó puentes, casas,
se arrugaron los montes,
y los árboles derramaron su savia
sobre mi café.
Se ha roto el equilibrio de mi geometría.
Ya no hay gafas de sol en las calles
ni muñecas de trapo
y no encuentro el centro de la esfera
entre tanto escombro.