Hace frío fuera. Me abrazas suavemente y ambos apreciamos
el calor corporal del otro. Te acercas y notas mi entrecortada
respiración. La yema de uno de tus dedos pasea por
mis labios y consigues que un susurro ahogado salga casi inaudible
de mi garganta. Aprietas tu abrazo y notas como mi cuerpo
caliente empieza a temblar.
Sientes lo que significa tener
en brazos a otra persona como cuando se coge un bebé
y el instinto de protección hace que seamos firmes,
pero suaves. Nuestros corazones laten, sientes como mi tibia
piel va adquiriendo otra consistencia, se abren los poros,
percibes el aroma que desprende. Posas suavemente tus labios
sobre los míos, como si se posara una mariposa y percibes
la sensación que has causado.
|
Motivado por mi respuesta tus labios presionan y encuentras
mi boca abierta y dispuesta para ti… tu lengua se enreda
con la mía, absorbes mi aliento como si quisieras con
ello demostrar tu poder, el poder que ejerces sobre mí,
marioneta desmadejada a la que inmovilizas con tu presencia.
Es entonces cuando eres consciente de que no soy cualquier
mujer, no soy una de esas que han pasado por tu vida de forma
casual, no soy una tigresa en busca de sexo, no exijo pasión,
apenas la doy porque mi cuerpo solo responde a tus caricias,
se va encendiendo a medida que tu boca baja por el cuello.
Lo notas, mi pulso se acelera en cada palmo del recorrido
que vas haciendo. Llegas a mi pechos henchidos y ahora no
puedo disimular, no puedo pedirte que pares, al contrario,
es en este punto donde quiero entregarme, donde quiero que
comprendas de una vez por todas que jamás una mujer
se entregará de esa forma, que jamás tendrás
una piel, una reacción como esa a tus caricias.
Nuestros cuerpos empiezan a transpirar y resoplas y de golpe
tu piel se pone de gallina porque lúcidamente tu cerebro
descubre lo que hasta ahora no has querido admitir: me posees,
te pertenezco en cuerpo y alma. Eso te excita, te miro, clavo
mis ojos en ti y atraviesan el iris, el cristalino…
ves que me derrito, que mis ojos desprenden lágrimas,
de ansiedad, de deseo, de entrega, de felicidad… ríen
y lloran a la vez.
Vuelves a besarme y tu aliento llena mi alma… tus dedos
buscan mi sexo y lo encuentras. Bajas y tu lengua saborea
y siente el latir de un solo pulso que está a punto
de quebrarse. Arrancas gemidos, sonidos guturales que se mezclan
con los que se producen en mi caverna al ser embestida por
tus dedos y tu lengua… muero, me pierdo y grito. Atrapo
tu cabeza y te pido compasión, te pido que no dejes
nunca de hacerlo… y me embistes, entras en mi con la
furia del deseo, con la fuerza que ha desatado tus instintos
animales en la búsqueda de tu satisfacción y
empujas, empujas con fuerza y siento que mi alma sale a borbotones
acompasada con la fuente natural que produce mi cuerpo.
No hablamos, solo proferimos grititos como si estuviéramos
jugando un partido de tenis y jadeamos en cada recepción
de pelota, en cada impacto, en cada golpe devuelto hasta que
extasiados caemos ambos rendidos en el sopor del esfuerzo.
Te regalo mi vida, te regalo esta sensación que invade
mi cuerpo y mi mente. Tengo la absoluta certeza de que jamás,
jamás volverás a tener una experiencia similar
con ningún otro ser humano.
|
No
notarás que me he ido, porque jamás lo haré,
siempre estaré ahí pegada a ti, no me verás,
ni olerás, ni oirás… pero estaré
y lo sabes bien. No ocuparé espacio si quieres compartirlo,
pero seguiré estando. |