Estás en > Mis Repoelas > Colaboraciones >

CUENTOS Y RELATOS

 

FIESTA Y COSQUILLEOS

Empieza a hacer calor, serán las copas, que no he parado de bailar o la cantidad de gente que nos rodea en la sala. Te hago señas y te indico que me voy a coger aire… me quito la chaqueta y me quedo con la camiseta de tirantes de raso color negro brillante, suelta y con un hueco bastante grande bajo los brazos que al mínimo movimiento deja ver el sujetador también negro y con unos finos encajes, llevo un pantalón morado a juego con la chaqueta que llevo ahora colgada del brazo. Me dirijo a uno de los balcones y me encuentro con un montón de gente fumando, me siento en una silla vacía y se acerca una camarera con copas de cava, cojo una y me quedo allí sentada intentando evadirme por unos segundos del barullo y las luces, de la música que entorpece las conversaciones, pero bueno, después de cenar, era lo que tocaba ahora. Habíamos ido a una fiesta con unos compañeros de trabajo, gente muy entusiasta, algunos más jóvenes que nosotros y con más ganas de marcha… La verdad que yo estaba algo cansada ya y empezaba a dolerme la cabeza por el agobio y las copas… te he perdido, no sé por dónde andas y tengo ganas de irme a casa.
De repente alguien pasa un dedo por mi espalda y siento un cosquilleo intenso, me giro y veo a una compañera que no conozco muy bien, tan solo sé su nombre… ha tomado muchas copas, creo que está algo achispada y el alcohol le ha dado valentía para acercarse y tontear conmigo, me había tirado alguna indirecta pero no las había tenido en cuenta y no sabía que le gustáramos las mujeres, al contrario creí que le gustabas tú e incluso llegó a ponerme nerviosa una de las veces que se acercó a bailar a nuestro lado…

“Me gustas mucho” susurró con voz ronca y acarició una de mis manos… debí ponerme roja como un tomate y le pedí disculpas diciendo que había ido contigo, que tenía pareja y estaba muy enamorada. Me preguntó entonces si no había tenido ninguna experiencia con alguna mujer, que a ella no le importaba que me gustaran los hombres… me vi un poco cohibida tratando de explicarle que no tenía nada en contra de las lesbianas, pero que yo estaba muy enamorada de ti y eso me bastaba. Murmuró un “lo siento, espero no haberte incomodado”, le dije que no, me había sorprendido, pero que no me incomodaba, que era halagador que se fijara en mi, pero que no me atraía otra persona más que tu.

Siguió diciendo que era una pena y me describió lo que me haría si la acompañara al baño: “mi boca bajaría por tus pechos, haciendo delicias con tus pezones, saboreándolos como si fuera el manjar más exquisito, incrementaría el movimiento con mis dedos, te penetraría profundamente con mi lengua y mis dedos, con mayor intensidad hasta tu punto G como nunca, haciéndote llegar en ese momento a un placentero orgasmo que no podrías resistir”… me puse colorada y lo peor de todo fue que no solo no me molestó lo que decía, sino que al contrario me puso muy cachonda… Menos mal que llegaste en ese instante y además lo oíste todo y lanzaste un “Ufffff, ahhhhh, ohhhhh, ¿sssiiiiiii, y a mí también me harías eso?”. La pobre salió corriendo cortada y pidiendo mil perdones, supongo que podré hablar con ella un día de estos y arreglar las cosas, decirle que no pasa nada, que podemos seguir siendo colegas.

“Te alejas de mi y te pones a ligar con quién sea”, dijiste algo celoso… Me hizo gracia ver como marcabas territorio y te dije que quería irme ya a casa.
Al entrar en casa, tus manos vuelan sobre mi ropa, descubriendo mi piel anhelante de tus caricias. No puedo evitar darte besos y pequeños mordiscos, que sé te enloquecen. Totalmente desnuda ante tus ojos, apartándome brevemente para mirarme, me guiñas un ojo y nos besamos y acariciamos. Me tumbas sobre la cama y acaricias y disfrutas de mis senos firmes y sientes igual que yo como me agito… recorres mi cuerpo con las yemas de los dedos hasta casi llegar a mi sexo, mientras te acercas, ambos nos agitamos más y más, veía la expresión de tu rostro, tus ojos cerrados, mi boca entreabierta soltando un leve gemido de placer y deseo.

Entonces cojo el borde de tu camiseta y la elevo sobre tu cabeza dejándote el torso desnudo, te miro, me muerdo el labio inferior y te atraigo hacia mí para sentir la dureza de tu pecho. Nos quedamos así besándonos por unos segundos y entonces enredo mis dedos en el pelo de tu pecho, mis manos se mueven hacia adelante adentrándose en tus pantalones, acariciando ahora tus sedosos vellos púbicos, y palpando tu pene que empieza a emitir su deseo. Mi sexo palpita, tus manos acarician mis muslos tensos, que esperan ansiosos tu lengua, tus angulosos dedos… los gemidos escapan de mis labios… coges uno de mis pies e introduces la lengua entre cada uno de sus dedos, provocando un leve gemido, continuas besándome la planta, y acabas con un pequeño mordisco en los talones, que me pone cardíaca… juegas con la lengua entre mis piernas de nuevo, lamiendo los muslos mientras yo dirijo tu cabeza hacia mi sexo… tu lengua entre mis labios probando, recorriendo todo hasta llegar al clítoris, lamiéndolo, dándole besitos húmedos… “Mmmmm”, murmuras mientras mis gemidos se hacen más fuertes, mientras muerdo tus hombros, me retuerzo de placer, me dejo hacer y poso mis manos sobre tu espalda mientras siento el latido de mi corazón. Mis caderas danzan, tienen vida propia y tratan de ponerse a tu disposición, abrirte el camino de mi placer y noto tu caliente respiración sobre mí y me hace gemir… No puedo más, “voy a estallar, me desmayo” te digo… “Oh, oh, oh”, alcanzando el clímax inesperadamente, “Aaaahhh”.

Mis besos descienden esta vez sobre ti, sugerentes, haciendo que sea ahora tu respiración la que se torne agitada. Tus muslos separados tiemblan al sentir que mi rostro se está acercando y te acomodas para brindarme tu sexo… Dejo que mi lengua tome la iniciativa y mis manos recorren tus muslos tibios y acogedores, tus nalgas... hurgando, separando, hundiéndose, sorbiendo. Son ahora tus gemidos los que aumentan de tono y frecuencia. Tu rostro se tensa, los ojos cerrados con fuerza, esperando la erupción inminente, mientras que tu pelvis se lanza violentamente contra mi lengua incansable. “Ufffff, ohhhhhhhhhhhhh” estallas en un espasmo… La tensión es seguida por una relajación total de tus músculos, la intensidad de tu orgasmo me llena de orgullo al saber que soy yo quien te hace sentir eso…

“¿Te gustó, mi amor?” te pregunto maliciosamente sintiendo el latido en tus sienes… Te recuperas y me dices que te duele un poco la garganta y vas a calentarte un poco de leche con miel… “si, si, toma leche que eso te da fuerzas”, te digo pícaramente mientras me tiras una almohada. Te fuiste desnudo y descalzo hasta la cocina y yo me quedé ensimismada en la cama pensando en mi compañera de trabajo… Te diste cuenta, porque volviste rápidamente y dijiste “ah… en verdad debo de reponerme rápido, que si no te vuelvo loca eres capaz de cambiarme por otras experiencias”, dijiste. “¿Tú que crees, tontito?”, dije tumbándome sobre ti… Por un momento te detienes y siento como tus manos acarician mis tensos glúteos, poco después me estrechas y siento el cálido aliento de tu boca sobre mis pezones ya erectos de nuevo… tu pene directo a mi vagina y empezamos a movernos con ansia, con velocidad, mirándonos a los ojos, sudamos, las respiraciones se sincronizan, las pieles chocan, te noto en mi interior y como mi clítoris se pega y despega con cada empujón, acaricias mi culo… yo tus labios, te beso, noto como tu pene se endurece, te excitas, notas que me viene, te muerdo el labio inferior y tu pene llega hasta el fondo llegando juntos a ese momento de máximo placer.
Fiesta y cosquilleos, relato de  Mayte Martín
Estoy tan cansada y me duele tanto la cabeza… ambos nos quedamos dormidos, y yo que odio dormir desnuda ni me enteré en qué momento se cerraron mis ojos… desperté contigo pegado a mi cintura, el sol alumbraba la habitación con toda nuestra ropa y zapatos tirados por el suelo… me miraste y dijiste “¿nos desayunamos en la cama?, ya sabes el refrán que dice que o te aprovechas de esto o me voy a mear…” y nos juntamos en un beso único donde la complicidad es el lazo más fuerte que nos une.
Relatos de Mayte Martín: Inimitable Nin


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras