Te espero
con el mismo amor
que las amapolas
tienen por los trenes
que nunca vuelven
y, aún así,
esperan
agitando su ramillete
junto a los rieles oxidados,
esos que pasan de puntillas
junto a las estaciones abandonadas
para no despertarlas,
dejan
una que otra mariposa
entre la hierba amarilla
de sus sueños,
y llegan al mar
para volverse peces,
luego estrellas,
caracolas de fuego,
caballos de hielo,
trenes en llamas
de carbón y nubes
en la memoria
del cielo
y, de vez en cuando,
entran a mis poemas
donde crecen las amapolas
que te esperan
junto a los rieles oxidados,
aunque no vengas
todavía.