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Poetas amigos

 

COLABORACIÓN CON REPOELAS

MARIPAU GONZÁLEZ

 

ESCRITOR A TIEMPO COMPLETO

la escritora y poeta española  Maripau González
La tormenta se había ido acercando, persiguiéndole tal vez, hasta que, al filo de las diez de ese trece de marzo, primer día de su retiro, estalló en mil pedazos. Justo, además, cuando había cometido el error de ir a comprar víveres en el único colmado que permanecía abierto todo el año.
Había decidido a encerrarse el tiempo que hiciera falta hasta dar con un Premio Planeta. Se animó a pedir una excedencia de su puesto de administrativo del INEM. Llevaba un año haciendo cuadrar los ahorros. Un año escribiendo minirrelatos que publicaba en su blog. Un año debatiendo con María si su amor era de ida y vuelta, de juguete, de mentira, de interés o de arrebato ya pasado a mejor vida. Demasiado tiempo sin dejar ir ni pedir quedarse, se confesaron un día, decidiendo, de mutuo acuerdo, un divorcio sin matrimonio previo. Un año engarzando ideas para su novela. Como perlas. Haciendo croquis y tablillas donde sus personajes iban aumentando en marañas de hilos sobre un corcho en la pared del despacho.
Y como ocurre a veces, las cosas se alinearon a la buena estrella, y llegó marzo. Y llegó el día ansiado en que encargó a su hermana el riego de algunas plantas, y al banco instrucciones de pagos precisas. Y hasta llegó con la algarabía de un lavado de coche para estrenar su etapa de escritor en serio. Al fin llegó el día en que su mejor amigo, Pablo, le hizo entrega de las llaves del famoso apartamento cara la mar que no habitaba nadie desde la muerte de los abuelos.
Los recuerdos de adolescente le sabían a lecturas clandestinas y borracheras primerizas. A timbas de póquer y salitre en la bragueta. A Coca-Cola con vino y a turistas en topless. Era ese sabor a pandilla de amigos, a juventud y sueños por desenvolver.
Pertrechado con su portátil, sus ganas de comerse a las editoriales, su necesidad de escribir hasta dejarse la piel a tiras, y una maleta tamaño cabina, se dispuso a poner en marcha el motor de su aparcado sueño y consiguió aparcar el coche antes de que la segunda gota de lluvia hiciera acto de presencia ese viernes de estreno.
Se descubrió ignorante de cómo se daba electricidad en ese piso, pero decidió buscar comida antes de que nada, y la lluvia de primavera, espléndida ante el mar, le dejó calado hasta los huesos, buscando el llavín. Se enfrascó ante el portátil con un bocata frío mientras las musas le dictaban a la oreja en un primer instante. Luego se entretenían mirando las gotas resbalar por las vidrieras que tapizaban la vista, y estaban huidas
Llegó la noche y encontró el conmutador de la luz, descubriendo que el olor a cerrado de los armarios escondía mantas húmedas y frías; que la nevera funcionaba, pero un radiador de calor no, y que la tele no había errado al decir que ese fin de semana sería pasado por aguas abundantes en todo el litoral y es especial en la Costa Dorada.
En la mañana del lunes se percató de que había bebido demasiado del whisky que estaba en un mueble bar años setenta, como entonces, y de que el ulular del viento entre las persianas venecianas medio carcomidas le habían dejado a punto de sucumbir.
El apartamento de Roca de San Cayetano, tan en primera línea de mar y con esa terraza tan maravillosa había resultado una ratonera para su nostalgia, pero sólo a los quince días, ante una primera página de un texto en Arial 12 que se había congelado, y un vaso vacío en la mano y una manta sobre los hombros, comprendió que alguien de ayer en el espejo del comedor, le había gastado una broma.

Selección de textos de © Patricia Margarita Greco , cedidos amablemente por la autora, para su publicación en la revista mis Repoelas:

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tema escrito por: José Antonio Hervás