|
Se convierte el
lecho en piedra
en el lento transcurrir de los días baldíos,
arados con las uñas del cansancio,
y sembrados de rastrojos.
No hay lluvia que refresque,
no hay semilla de la que broten
más primaveras.
Solo el agosto silencioso y árido
de un reloj de arena siempre boca abajo
|