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Los ojos que gritan y arrollan,
las manos que enlazan preguntas,
las voces que cultivan guerras
(y mentiras).
Una viuda negra mi boca,
ajustada en la justa injusticia
del amén de los pecados.
A lo lejos aquello a lo que llaman día,
tocando el alma con los despojos,
del espectáculo de mis labios
al pronunciar tu nombre,
escrito y borrado con cada latido.
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