ALMA
MIA, TÚ ESTAS MUERTA |
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De año en año se repite esta escena:
la voz se herrumbra en los días de invierno,
la boca se inunda de guijarros, los dedos
se vuelven insensibles,
los pies se cubren de fungosidades.
—Puedo oírte, alma mía, y tú
estás muerta;
y yo tengo mi lengua sepultada
en el vidrio de un vaso—.
Vivo en la incertidumbre:
si me golpea algún viento de marzo,
sueno como campana sumergida.
Vivo en la incertidumbre:
igual que si alcanzada la adultez
tuviese que aprender a hablar de nuevo.
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