Me
colgué entre las ráfagas
de la tarde como esos halcones
que se abrazaron en la noche,
también en cada rendija
que trajo mi camino
aún no transitado, como esa ave
que deambula en este bosque
lleno de arañas negras.
Me colgué entre esos cordeles
donde he tendido parte de mi vida
como ese harapo
que ha cobijado mi destino,
también en ese pedazo
del mañana que he colgado
entre la sonrisa de los niños,
escondiendo la alegría
en la rendija de las penas,
en esa pared cubierta de arañas
que atravesaron mi alma.
Me colgué escondido en los colores
que se dibujaron entre las grietas
de esa proa que se atrevió
a escupir en la cara del viento
su eterna sonrisa.
Y escondí el canto de los pájaros
en el silencio de la tarde
con cada palabra que dibujé
detrás del horizonte.
Aquél que jugó con el hambre
de mis hijos.
