De burdeles. Mi camarero favorito cuando cierra el bar acopla
su entrepierna a la moto, que enfila hacia las dos horas de
placer que se regala todas las semanas en una ciudad vecina
para evitar encuentros desagradables. Suele cambiar de chica
para no tener que cambiar de discurso. Practica posturas,
ejercita el masaje sensitivo y gusta de abrevar en el pilón
de las muchachas con una entrega de pagador agradecido. Le
pasan el Listerine antes de su bocado salivoso. Luego ellas
también le dan al enjuague y al barniz de la pilastra. Alguna
vez se ha enamorado por la tendencia a dejarse llevar por
las terminaciones nerviosas. Pero las putas tienen muy afianzada
su vocación y le han dado largas, cariños de madrecitas y
suspiros de un amor allá en su tierra. Porque ellas el amor
lo tienen siempre en otro sitio. Aquí sólo están para joder.
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MEDIA
NARANJA, MEDIO LIMÓN Relato
contenido en el libro
"La
mitad de los cristales" |
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Mi
camarero favorito es muy servicial y experto en tallas, y a
veces les regala lencería. Ellas le dan un achuchón y se ponen
a cuatro patas. El empuja algo cansado de que le den la espalda.
Luego me lo cuenta en el bar, a última hora, antes de barrer.
Apuro el vino y le acompaño en el sentimiento. ¿Y tú qué?, me
pregunta buscando la confidencia. Mi soledad es más barata,
le contesto mientras salgo a la calle con las manos en los bolsillos.
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