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No
cupiera al soneto, este mi antojo
de poemar, de mi vida, largo trecho.
Usando, pues, su muy henchido pecho,
simularé mirarlo de reojo.
Honrada, humilde y noble fue mi cuna,
primeriza, amorosa y eficiente;
tan primoroso aval ciñó mi frente,
una noche de julio, pleniluna.
Caña de azúcar…¡¡¡madre!!!...limonero,
azahar, jazmín y miel de primavera;
de mis sueños, guardián y tesorera,
¡nunca fuiste, en tu vida, lo primero!
Moreno junco…¡¡¡padre!!! …¡terronero!
te confió la tierra sus secretos,
y yo, con ella, te brindo mis respetos,
mientras Las Vegas te gritan: “¡ Compañero!”
¡Cuánto sudor, en pos de mi sustento!
¡Cuántas heladas, tu cuerpo aceitunero!
Domador del cansancio traicionero.
Tu amplia espalda, quebrada al sol y al viento.
En tu piel, cien surcos y un sendero
se disputan su espacio, con empeño
pregonando tu invierno...¡oh, extremeño
de castúas raíces, tesorero!
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