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Padre,
en tu sonrisa callada
he visto abril cansado,
amarrando zapatos de colegio,
trabajando a brazo partido
por las mañanas en labor.
Trazando los hilos de la vida,
para tus hijos.
Si supieras cuanto extraño,
ser niña en tus brazos,
engreírme en ternuras junto a ti.
¡En mis vestidos quedó cocida esa niña!
La niña que volaba en el pájaro de fuego de
la ilusión,
la que te pedía,
su muñeca favorita por navidad.
Padre,
que se hicieron,
los cuentos rusos
que comprabas para mí,
qué, los días en que me llevabas al jardín.
qué las infinitas charlas alrededor de la mesa hogareña,
junto a mis hermanos y mi tierna mamá.
Sí, volaron con el tiempo, padre,
ya no están, se fueron,
pero tú, aún estás aquí.
Padre,
agradezco al buen Dios,
tu presencia junto a mí,
tu entrega diaria, tu brega solitaria,
sin mamá.
Enviudaste joven,
pero tu brega nunca enviudó,
y con las pocas telas de vida que te quedan,
sigues regalando tus camisas de amor.
Padre hoy te contemplé,
estabas callado, taciturno.
Tu semblante en surcos,
gritando estaba,
todo el amor que regaste,
en el hogar.
Y mi corazón por ti, se derrama,
llora en lágrimas
de eterna gratitud.
Padre yo no olvido,
tus corbatas de ternura,
tu dedicación,
por ti poeta soy,
me regalabas libros a granel.
agujereabas mis oídos con el buen consejo:
"Hija
estudia, la vida es dura"
Hoy te consagro papá,
como buen hombre,
honesto y cabal.
Sabio consejero,
de mi río existencial.
Padre si el destino un día
quiere separarme de ti.
Yo siempre, siempre he de recordarte,
en montañas de ternura,
estoy convencida,
que en el cielo,
tu medalla dorada,
van a darte.
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