Me acerqué lentamente a abrir las ventanas para ventilar.
Hacía un día soleado como pocas veces y daba
gusto que los rayos de sol entrasen por las habitaciones.
Fui revisándolas todas, de una en una, para cerciorarme
de que todo seguía en su sitio, que nada había
cambiado y aunque era previsible, no me gustó lo que
veía.
Tenía buenos recuerdos de aquella casa, pero los malos
me habían dejado más huella, y, por un momento,
quise olvidar todo lo que me hacía daño para
acordarme sólo de los buenos momentos.
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