¡Padre! mis ojos preguntan por ti,
¿qué les digo yo a ellos?
¿Qué le digo a mi alma, que se consume en
medio de su lava?
¿y mis manos?, que se humillan con el gran peso de
tu vacío,
¿y mi cuerpo?, mi cuerpo es cobarde, ya no es capaz
de levantarse.
¡Ay mi lomo!, ya no siente pertenecer a ningún
rincón de mi cuerpo,
¡con mi pecho descubierto!
me estoy dando de golpes,
al recordar tu abrazo, que ha partido tanto mi alma noble.
Me duele verte aquí tirado, entre las madrugadas
de los eneros,
de los febreros, con la espalda cubierta y los ojos apretados.
¿Qué les digo yo a mis marzos?, ¿y
a ellos?
¿que les digo yo a mis ojos de los abriles y mayos?
¡Me encojo padre!
y se me encoje el aire.
Me abro el pecho gritando tu nombre,
que alguien se apiade y te deje escucharme cada vez que
te llame,
para que la tierra me deje de rugir
y me sequen estas lágrimas que gritan tu nombre.
Me parto el pecho con las manos,
mi cuerpo, mi lomo, ¡todo!
¡Padre! me duele verte aquí tirado, entre las
madrugadas de algún enero
con tu espalda cubierta y los ojos apretados.
¿Qué les digo yo a mis ojos?
¿Cómo les digo a mis ojos abiertos,
que no verán más a los tuyos cerrados, algún
día de algún mes o de algún año?