SIN
PAPEL DE REGALO
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Hoy no puedo
escribir una historia y envolverla en un hermoso papel de
regalo. Hace cuatro días una llamada de teléfono a las ocho
de la mañana destrozó la vida de mi hija.
Llevamos ciento veinte horas de duelo y supongo que estamos
en la fase de negación, cuando no puedes concebir que una
persona ha muerto y que ya no podrás tocar u oler su piel,
ni escuchar su risa y que no volverás a verla nunca mas porque
se ha marchado para siempre.
Tengo la esperanza que poco a poco llegara la aceptación;
he vivido la muerte de mi padre y he sentido cómo el dolor
desgarraba mis entrañas y la pena me consumía.
Pero mi corazón lloraba de alegría. Cuando falleció, recuperé
el sosiego.¡ Por fin ¡ su alma se había liberado.
Supongo que fue en aquel momento cuando entendí que la muerte
es parte de la vida.
Dejó de sufrir y nosotros sus seres queridos también. Bendecí
a la muerte cuando vino y se lo llevó para que descansara
en paz.
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Nunca he vivido la pena y el dolor de esta manera,
las circunstancias que estamos pasando en la familia sobrepasa
lo natural. Después de seis meses de sufrimiento por la ruptura
con su pareja, mi hija ya estaba un poco mas recuperada; había
empezado a reír, su ojos habían vuelt a iluminarse y tenía nuevas
ilusiones. Esta semana iba a ponerse las extensiones para verse
con el pelo largo.
Aunque, realmente, aun no había cerrado del todo este capitulo
de su vida, porque seguía manteniendo conversaciones con él
(por cierto la mayoría eran discusiones ...)
La mañana del martes me despertaron los gritos de mi hija. Sobresaltada
corrí hasta el dormitorio y la encontré tirada en el suelo pataleando
y dándose golpes en los brazos. Pensé que estaba sufriendo una
pesadilla como otras veces ...
Con la voz desgarrada me decía: mamá el chapín esta muerto,
se ha matado.
No daba crédito a lo que estaba oyendo hasta que vi el teléfono
en sus manos. La levante del suelo y la agarré fuerte para que
no volviera a caerse. No paraba de llorar ni de gritar. Me decía:
mamá ya no volveré a verlo ni escuchar su risa ¡ay que dolor!
Y me preguntaba con el cuerpo agarrotado y fuera de si, ¿por
qué?, ¿por qué ha hecho este niño eso? y le decía a gritos:
¡cobarde ,cobarde.!
El perro de la casa de al lado comenzó a aullar al oir los lamentos...
Llorábamos las dos abrazadas sin creer lo que nos estaba pasando.
Acababan de darnos un mazazo en la cabeza.
El día de su muerte nunca lo olvidaremos; mi hija sigue destrozada,
llora diciendo que respira su olor y siente su piel en el tacto
de sus manos. Había terminado la relación con él; pero sabia
que vivía, qué podía escucharlo. Mantenía la esperanza de que
cambiara su actitud y fuera feliz. Ahora tiene que afrontar
que todo ha acabado; lo bueno y lo malo. Ha emprendido un camino
nuevo , aunque el dolor la ahoga .
Tengo que confesar como madre que ya no siento pánico cuando
ella sale a la calle. La abrazo y la acuno como cuando era pequeña.
Hacía veinte años que no la mecía, ni le decía ¡ay mi
bebé cuanto te quiero!.
El terror se apodera de mi cada vez que pienso que mi hija ha
podido estar en la lista de mujeres asesinadas por su pareja
en lo que llevamos de año. Otra victima mas de la violencia
de genero...
Doy gracias a la vida porque mi hija ha vuelto a nacer el mismo
día que su expareja decidió quitarse la vida . Mi hija ha estado
en peligro de muerte, ha sido maltratada psicológicamente durante
seis años de su vida. En los meses que llevaban separados el
solía decir ¡ si la veo con otro habrá un siniestro !...
Llevamos sesenta días de luto y en nuestra casa seguimos sintiendo
la ausencia de Chapín. Era alegre, su risa contagiosa transmitía
alegría por todos los poros de su piel. Parecía marchar todo
bien, la relación entre ellos había mejorado bastante. El sentimiento
absurdo de posesión y los celos patológicos le hicieron la vida
imposible; ella tomó la decisión de acabar con una relación
que la estaba mortificando.
Cuando llegamos a casa de sus padres, la calle estaba alborotada
de personas y sentí miradas acusadoras; enseguida comprendí
el por qué : Culpaban a mi hija del suicidio de su expareja.
Aquella noche mi hija recibió un mensaje en el móvil - Mira
si voy a ser bueno que voy a quitarme la vida en el garaje -
Rápidamente lo llamó por teléfono, pero no le respondió; luego
al hermano que estaba en la casa, que tampoco contestó. Mi hija
se quedó dormida creyendo que volvía a asustarla otra vez...
Por la mañana cuando llegamos a la casa de sus padres, nos contaron
todo lo que había sucedido; aquella noche a la una de la madrugada,
bajó al garaje colocó una soga y se ahorcó. Encontraron el cadáver
a las seis de la mañana.
Me pregunto en que jungla vivimos: ahora también tenemos que
pedir perdón las mujeres porque no nos han asesinado...
He querido dar testimonio de una madre acongojada de miedo.
Esa madre soy yo... Lola Conde |
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