Como insurrección
de oscurecidas espirales
se presenta tu cabello.
Tus labios son la periferia
de la elipse que dejan entrever,
tu boca carmesí.
Equidistantes a tus ojos,
los focos de la hipérbola,
que conforman
el contorno de tus senos.
Parábolas bien definidas
al final de la bisectriz
del eje de tu espalda.
El centro de la circunferencia perfecta,
que mi avidez por ti concibe,
es tu ombligo.
La cardioide resguardada
bajo tu escote,
es la curva
que más anhelo examinar.
Simetría y exquisitez,
conjugada en todo tu cuerpo.