Hay días que aunque el sol abrase mi piel
no me dejas verlo.
Te instalas en el motor,
bloqueas las hélices,
me corroes,
pintas de negro la pupila de mis ojos.
Ocultas los juegos de mi infancia,
las risas,
los besos de mi madre.
Esos días tu saludo molesta,
las caricias duelen,
los besos más dulces saben a hiel
y lágrimas secas inundan nuestro lecho.
Mis bolsillos se cargan de plomo,
mi sombra me abandona,
el espejo me rechaza
y hasta los platos se suben dos estantes.
Hay días que las hojas del calendario
pesan demasiado.