Es esa virtud
que pone en el ánimo de lo seres humanos tranquilidad
y sosiego, es uno de los frutos del Espíritu Santo.
Necesitamos esa paz en los hogares, en el trabajo en todos
los aspectos para tener una convivencia armónica.
Pero ¡Dios mío, Señor de los Cielos que
aún sigues luchando con algunos de tus hijos que siguen
siendo seres inferiores, que aún no han eliminado las
pasiones bajas y groseras propias de la escasa evolución
espiritual, emergen desde el fondo de los abismos para desobedecerte!
Ellos lamentablemente están a veces al frente de los
gobiernos de los países del mundo y llevan a sus pueblos
a las guerras. Son seres codiciosos, ambiciosos del poder.
¡Dios mío! Que se callen las voces del horror,
que la calma termine con la violencia y los desastres provocados
por la guerra, muerte, hambre y miseria !¡Que la serenidad
aparezca como una luz eterna y divina y provenga de los cielos
infinitos!
¡Unámonos por la paz y caminemos todos juntos
cuidándola!
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