Me iría contigo ahora mismo
a ese hades sin retorno donde se cree
están las buenas almas.
Pero no me dejan nuestros hijos y ando
solo , sin abrigo y sin consuelo.
No me creo que hayas muerto…
Sólo parece que tu cuerpo ha huido,
aunque siento tu presencia en todo lugar
y oigo tu voz en cada sitio
y siento tu empuje en cada paso
y en mi nuca el soplo de tu aliento.
Recorriendo las farmacias voy buscando
una medicina capaz de mitigar el duelo,
capaz de darme aliento
en este estar y no estar que no se cansa.
No existe –me dicen en todas-
dándome con gravedad sus condolencias
y una palmada amiga de sentimiento.
Me ahogo en esta corriente de tu ausencia,
en este vendaval de silencio, de extraña calma.
¡Cuánta tristeza, cuánta, y sin velas
en los mástiles!
Desnudo estoy aún para navegarla…