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Sin edad, el caballero,
al crepúsculo damasceno, dormía,
en un jardín de las tierras de Balmia.
Dedo índice aplastado en tinta,
eco humilde de un judío
machacado en el mortero.
Tal vez, confiado.
Vivo, al fin,
en alfa o beta.
De la letra a
hasta la z,
Arde la zarza.
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