He
botado las cosas
que me hacen daño
en el cubil del olvido
y del desprecio,
he guardado el hambre
para el día que la mesa esté vacía,
y los platos llenos de miseria.
He colgado al dolor en un rincón de la casa,
habitada de viudas negras y arañas,
que me recuerden las dolorosas picaduras
que no he guardado,
entre las hendiduras de esas aventuras
nocturnas de tu cuerpo.
El filo de las ventanas refleja a la muerte
brindando las copas en alegre destino,
mientras la suerte juega a mi lado,
y cansado mi dolor se desborda
al filo de mi lecho.
La música acompaña un gemido de ruego,
y pido que brinden conmigo
una copa de licor con su mortal veneno,
para acabar con este martirio
que ya no puede con mi alma.
Dejadme elegir la hora
y el día de mi marcha,
dejadme escoger la mano
que brinde con mi calma,
y también el lugar donde reposen
mis húmedos huesos.