Y cavaré en la tierra,
aunque sangren mis manos,
para encontrar simiente.
Hastiados de tantas guerras por defender
su patria y olvidados como apestados
sin honores por sus batallas.
Qué fácil es adiestrar a niños con
armas,
para solucionar lo que con palabras,
no supieron los hombres.
Yo no olvido la cara de horror de ninguno
de ellos frente a la muerte.
Uno a uno, a fuego grabado,
los llevo en mente y maldigo una
y mil veces si cavando en la tierra del olvido
no encuentro comida para los inocentes.