Huyó la mar, los campos, los paisajes,
embriagados del sol de mi memoria.
Cuna del alba, lengua advocatoria,
de mi raíz de luna y mis bagajes.
Huyó mi pueblo blanco como encajes
de luz frente a la sierra inquisitoria.
Villamartín de cal, !oh, breve historia!,
sobre mi piel escrita en sus celajes.
El hambre me robó sin adjetivos
mi niñez con usura y con su prisa,
con un adiós de muerte, sin tapujos.
La mágica dehesa, los olivos,
el duende libertario sin camisa,
de las cuatro estaciones, sus embrujos.