En agosto los parques están vacíos.
La luz traspasa las antenas y la colada en los viejos edificios.
Las latas de cerveza, abandonadas en los bancos,
siguen esperando a sus dueños.
Los toboganes, aburridos, miran a los niños,
pero los niños no quieren jugar con ellos.
Es domingo para las hormigas;
no saben qué hacer, masajean la tierra, como perdidas.
Los gorriones caminan dando saltos;
las piedras no tienen quién tropiece con ellas.
En el campo, las montañas se han ido de vacaciones.
El aire acaricia con descaro las piernas desnudas
y nadie lo reprende (se aprovecha de que es verano).
La soledad está sola, nadie le hace compañía.
Hay fiesta en el pueblo,
pero la tristeza se sigue adueñando de las cosas.
Nosotros, vacíos, seguimos esperando.
Seguimos esperando.