Me
disipo, me vierto, no sé nada:
por qué la ausencia fragua a borbotones,
por qué el corazón es nido de serpientes,
por qué este morder vacíos y desahucios.
Y quiero rozar el borde de los sueños
para ahuyentar el frío de mis manos.
(Requiero un desabrazo de nostalgia
urgente, corrosivo, despeinado,
porque todo se cubre de silencio
al respirar la sórdida penumbra).
Franja de sombra oscura en que camino,
al filo siempre de la carne herida,
porque la carne tiene su memoria…
Y no sé nada. Solo que me vierto,
y toda soy la cóncava hendidura
donde atrapados vientres animales
saben, franja de sombra, que no pueden
despertar los caballos del silencio.