Hablaste
de un tesoro escondido
del que nos hablan
las leyendas de amor.
Dijiste
que la encontraste
detrás de una pantalla.
Oculta.
Que aprendiste a quererla
a través de un tortuoso laberinto
lleno de cables
y de besos.
Que era tu cómplice
tu ángel
tu fiel enamorada.
Que la llevabas dentro de tu sangre.
Que su risa achinada
abierta y loca
te obsequiaba una vida
impensada y distinta.
Que bailar junto a ella
con su sonrisa pícara
gozoso te perdías
al ritmo de su cuerpo.
Y que su nombre,
que antes de conocerla
no te gustaba,
en ella le encontraste su sentido.
Aún,
no has dicho
por qué la maltrataste.