Para
qué pasear.
Marchan los álamos a tierras
donde la miseria muerde cadáveres.
Van en silencio agreste
clavando hojas en las grietas del viento.
Arrojan cortezas al sereno mosaico de la vida.
Protegen el humus generando lombrices
que horadan la indiferencia. Desbrozan
la ceguera del fanal ante este holocausto.
Con el eco de los gritos hambrientos
quieren incendiar las hebras del alma.
Para qué pasear en las arrugas
de la mente. Por qué no lanzar piedras
contra los diablos que provocan este invierno.