Al
niño de diez auroras
Desde dentro, avispado estallaste el vestido
de carne floreciente.
Eclosión estrella en invierno.
Diminuto retoño aduraznado.
Suave caíste en el sitio del buen tiempo
La mies del amor forjó tu camino y por los
dioses fuiste alumbrado.
Efímeras ráfagas de sol, bañaron tu cuerpo
virgen de mundo. Atuendo recién estrenado.
Llegaste en buen tiempo, he dicho sin ser
profeta.
Tiempo en el que manos unidas pasean los
años.
Cuando los pliegues tiernos de tus pies
diminutos sean albergados por la tierra
ancestral, atento seguirás las veredas que
surcaron el rostro de la abuela.
Postrado en cuna de flores, esparcirás
con tibieza las sonrisas del porvenir. |