BAR
ETXEKALTE, 1983 |
Estabas apoyada contra la
puerta.
Te pedí un cigarrillo
y me pasaste un paquete arrugado.
Miré dentro. Sólo hay uno, te dije.
Y qué, me dijiste, ¿te da pena?
Nos reímos un rato.
Luego cayeron unas cuantas cervezas.
Después las cosas siguieron su curso:
igual de perdidos los dos,
por qué no perdernos juntos. |
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