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"TIEMPO DE RENACER"
(Segunda parte)

Autora:

Ma Gloria Carreón Zapata.

 
Regresé de la tienda con lo necesario para la cena; apenas si me quedaba tiempo para arreglarme un poco; tendría que ganarle tiempo al tiempo. Luego de preparar lo que me correspondía y arreglarme de manera sencilla para la ocasión especial, dieron las cinco de la tarde. Escuché unos leves toques en la puerta que había dejado emparejada esperando a Abigaíl, y alcé un poco la voz: --¡Adelante amiga… la puerta está abierta!…--. Ésta última, entró elegantemente ataviada; era Nochebuena y había vestido sus mejores galas, que la hacían ver radiante y muy elegante y, a pesar de sus treinta y cinco años, lucía como una quinceañera. --¿Sabes?..--, le dije, y seguí: --Adonde vamos, no es necesario vestir con elegancia… pero no te preocupes… con unos zapatos de piso y tu abrigo te verás bien…--, preguntándole en seguida: --¿Puedes subir las cosas al coche en tanto yo cierro el gas…cojo mis llaves… enciendo el árbol y algunas luces de la casa?...--. Después de hacer lo propio cada una, nos dirigimos a la cabaña de Isadora. Entre risas y bromas llegamos a las afueras de la ciudad, donde a unos cuántos kilómetros se encontraba mi adorada nueva amiga; sentía como si la hubiera conocido de toda la vida. Al llegar al mirador me estacioné donde comúnmente lo hacía recordando a mi padre, y comenzamos a bajar las cosas; había que trasladarlas a casi tres kilómetros, y a mitad del camino teníamos que ascender por la vereda de la montaña. Pronto la blanca nevisca revestiría el lugar, pensé en tanto el gélido viento golpeaba nuestros rostros; sentía que no podía mover ni los dedos, más sin embargo, me ilusionaba tanto pasar la Nochebuena con la dulce Isadora que no me importó. Inesperadamente, del otro lado de la carretera cruzó un hombre quien a pesar de aparentar casi los ochenta años, moviéndose con agilidad nos alcanzó diciéndonos como todo un caballero: --Buenas tardes, queridas damas… perdonen la molestia… pero ando buscando a alguien que no veo desde hace muchos años…--. Por su buena pinta, sus finos modales y su evidente buena educación, le respondí sin temor: --¿Y cómo podemos ayudarle, buen hombre?...--. A lo que él respondió: -- Déjenme decirles que con trabajo recuerdo las cosas… y creo por éste rumbo vivía la persona a quien necesito encontrar… es que ha cambiado mucho el lugar…--, trató de justificarse, y terminó: --Espero que esté viva todavía…--. Mientras ponía los recipientes sobre el cofre del vehículo aún caliente, mi amiga le pidió: --Denos algún dato… a ver si conocemos a la persona que busca…--. Un poco apenado, el anciano elegantemente vestido nos dijo: -- Es que… es una historia larga…--. Al oír aquello, instintivamente, también puse el recipiente que llevaba entre mis manos sobre la parte delantera del vehículo para escucharle decir: -- Mi nombre es Cornelius Meyer… fui capitán de un barco que naufragó hace cincuenta años…--. Al oír aquello, sentí erizase los vellos de mis antebrazos y seguí escuchando con interés: -- Venía del viejo continente hacía acá con la ilusión de casarme pero… ocurrió un huracán muy intenso y mi barco naufragó…--. Mis ojos se asombraban más con cada palabra que decía éste hombre, quien continuó con su historia: --Estuve en coma muchos años…--, dijo ante la mirada atónita de ambas, y prosiguió: --Recuperé el sentido pero no así la memoria… sólo hasta hace poco fue cuando empecé a recordar lo que era mi vida a mis tan lejanos veinticinco años…--. En ese momento, totalmente incrédula le pregunté: --¿Recuerda usted el nombre de la mujer con quién se iba a casar?...--, a lo que el hombre respondió: --¡Desde luego!... ¡su nombre es Isadora!...--. Casi me caigo de la sorpresa y, reponiéndome, con gran entusiasmo le dije: --¡Venga con nosotras!... ¡creo conocer a quien busca!...--. Feliz, el hombre se aprestó apuradamente a ayudarnos para acompañarnos.

Tiempo de renacer. Relato de María Gloria Carreón Zapata
Extenuados, al fin después de casi una hora de caminar en medio del boscaje que gracias al viento se mecía en sus cúpulas por encima de nuestras cabezas, pudimos divisar a lo lejos la bocanada de humo que emanaba de la vieja chimenea de la casa de Isadora.

-- Al fin llegamos…--, exclamé emocionada.

A unos cuantos pasos de la cabaña, le pedí a Cornelius que esperara en tanto yo preparaba a Isadora para darle la buena noticia.

El hombre sé quedó oculto detrás de un ocote, mientras nosotras cargábamos los recipientes que él traía, mismos que sin su ayuda, no habríamos podido llevar solamente nosotras dos.

Al llegar a la puerta no pude impedir gritar de júbilo.

--¡Isadoraaa!!... ¡¡Isadoraaa!!!…--.

Mi querida amiga se asomó por la ventana, para luego apresurarse a abrirnos.

--¡Pasen!… ¡pasen por favor! --, repitió contenta y sorprendida al vernos.

Después de depositar sobre la mesa de la amplia cocina las vasijas y las bolsas que llevábamos, le presenté a Aby como le decíamos sus amigas, a la cual Isadora abrazó cariñosamente. Luego de la presentación, tomé a Isadora de la mano y, ahora fui yo, quien la invitó a sentarse.

Pude darme cuenta que se había puesto un elegante vestido de color celeste, mismo que hacía juego con sus pendientes y con sus bellos ojos.

--Isadora…--, le dije; en ése momento, sentí que los nervios me traicionaban de tanta emoción cuando le anuncié:

--¡Abigaíl y yo hemos decidido pasar la Nochebuena contigo… pero también traemos a un invitado especial… es un muy inesperado regalo de la Luna para ti, querida amiga! --.

Isadora, extrañada sé quedó pensativa, hacía tanto que no tenía invitados en su cabaña, y de repente le llegaron tres; luego de esbozar una leve sonrisa, respondió

--Hoy es Nochebuena… mañana Navidad… y las puertas de mi humilde casa están abiertas para quien quiera compartir…--.

De inmediato, impaciente me dirigí hacia la puerta haciéndole señas a Cornelius para que se acercara.

Él se apresuró hasta donde estábamos las tres, pensando:

“¿Sería posible que se tratara de la misma persona?... ¿de mi Isadora?”

El hombre no cabía de tanta emoción cuando, al llegar a la puerta le dije:

--¡Prepárese para la más hermosa sorpresa que imagine! --.

Ansiosa, lo tomé de la mano para luego guiarlo hasta donde se encontraba Isadora, quien, al verlo entrar, se puso de pie y, ambos, se quedaron viendo fijamente como queriendo retroceder el tiempo.

--¿Isadora?...--, preguntó el hombre emocionado.

--¡Cornelius!...--, exclamó ella sorprendida.

Un gran sosiego sé dejó escuchar; tal parecía que las aves y todo el Universo se habían colapsado ante éste extraordinario milagro.

Instantáneas lágrimas de felicidad inundaron los ojos de los dos enamorados al momento que comenzaron a acercarse para acelerar el paso y fundirse al fin en un largo abrazo. No hubo necesidad de palabras. Así estuvieron largo rato intercambiando mimos, tratando de recuperar el tiempo perdido, hasta que Abigaíl los interrumpió preguntando:

-- ¿Cenamos?...--.

La alegría invadió el lugar; los cuatro nos sentamos a disfrutar de la exquisita cena y un delicioso vino, no sin antes dar gracias al Creador por este milagro de amor.

Así, transcurrió la noche entre charlas y risas; Cornelius e Isadora no sé cansaban de dar gracias al Supremo Hacedor, de la misma forma que a sus nuevas y bellas amigas, quienes desde ahora formarían parte de su familia, se decían enamorados entre sí; seríamos las hijas que nunca habían tenido.

Y así, desde esa milagrosa Nochebuena y lo que fue una realmente feliz Navidad, jamás volveríamos a separarnos.

Selección de poemas y relato de © María Gloria carreón Zapata, preparada por la autora para la sección de colaboraciones de la revista mis Repoelas:




Tiempo de renacer

Vivamos en paz







Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras