LAMENTO
DE LOS EXILIADOS
...porque
mis pies están cansados
León Felipe
Otro apresurado otoño cae ya sobre los
valles de la Horda Dorada, y se acerca otro invierno. Y
no vemos la hora de regresar a casa.
Porque los oscuros guerreros asientan sus cuarteles donde
nunca floreció el tamarindo, en la Ciudad del Angel
- allí nació un día la palabra. ¿Cómo
no podría la extranjera muerte hacer morada en nuestra
alma?
El miedo nos enfrenta. Y la nostalgia de tan triste patria
estorba la feliz belleza de estos vastos valles: sólo
en volver pensamos.
¡Ay, amigos, cómo os amaríamos entonces,
el día del regreso!
¿Pero acabará entonces el deseo?¿Podemos
entonces despedir al amigo, agitando el pañuelo,
ladeando ligeramente la cabeza, con gesto estudiado, cuando
el viento haga volar nuestros sombreros y la lluvia nos
moje los cabellos? ¿Podremos entonces, ya sin pasiones,
hijos pródigos, regresar al hogar, donde con gesto
benigno una mater dolorosa nos espere, y ordene nuestro
cuarto y nuestras cosas, y haga sonar en nuestro honor las
infantiles canciones de los juguetes mecánicos, como
quien recibe a un rey o a un viajero que partió hace
muchos años?
¿O en el camino de regreso para siempre ya nos perderemos,
demorándonos con mil extrañas peripecias,
en interminables senderos o en pantanos y selvas sin límites,
en ciudades de altos edificios donde la razón y la
esperanza sean vanas?
Pero acaso sea mejor apurar las especiosas razones del exilio.
Porque en la ausencia uno encuentra mejor acomodo, y predispone
al miedo, y, sobre todo, hace más llevadera la desdicha.
(de "Escenas de la Ciudad celeste")
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