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“LA NINFA DE LOS PÁRAMOS”
PRIMERA PARTE
MI AMANTE


    I

Mi amante es una araña
que teje cada día
la red donde yo existo.
Teje la enorme geometría
de los hilos que salen de su entraña
donde atrapa a su víctima.

Todo en él es circular
mientras crece la tela.
Toda su posibilidad
de subsistencia está en el aire.

Allí todo es seguro y evidente.
Es la estructura de la supervivencia
donde el hambre,
conforma parte y forma de su vida.

La idea de tejer, en la araña,
son sus instintos.
No conoce otra forma
de succionar el jugo
que vive en una mosca.
En ella, en la araña,
es pura resistencia
para poder vivirse.

Pero, por otra parte,
como él es un hombre y no una araña
no entiendo
que haya succiona el jugo de mi entraña
para poder vivirse.

    II

Mi amante
es carne que se junta en un abrazo,
sentido y sentimiento por mi parte
del brío de su olor cuando soy suya.

Es nada.
Es beso que se extiende a su bolsillo
y nunca sabe el precio que le pido.
Calcula y nunca acierta a entender
los minutos exactos que tuvimos

Es esto:
Un surco que se encara en mi almohada
dejando a mi mejilla a cada instante
sin tacto.
Es poco más que eso y me desplomo
en medio del asfalto de su frente.

Me detengo en todas sus ausencias
sentada sobre el suelo del salón,
y espero,
espero cada día a que anochezca para verle.

A veces se aproxima al centro de mi misma
y entra
por la huella imprecisa de mis dedos.

Vivimos en los páramos
de esa corriente yerma que él dibuja,
cuando deja mi risa a buen recaudo,
en el hielo que me dio hace ya tiempo.

Él dice que es feliz sólo con eso,
atesorando años como hojas
y enumerando el tacto de los labios.
Ausencias en el frío de estos rasos.

Es esto lo que tengo:
un cúmulo de pies que se aproxima
de vez en cuando a mí para adherirse
a la metamorfosis de su aliento.
Y es poco.

Cuando llega, mis ojos imaginan su figura
llamando a los cristales de la puerta,
entonces,
mi piel tiembla y se descoyunta,
ella entiende,
mi piel,
que sólo es eso.
Se ha hecho a cada golpe y sabe
que todo en él es puro desencuentro.

Es cierto,
yo veo lo que tengo y lo que soy,
lo toco cada día y siento frío.
Y siempre me desdigo cuando llega
y deja con lentitud su abrigo
en el vestíbulo de abajo.

Le huelo en la distancia y me convierto
en lo que soy,
un animal en celo cuando él viene.
Las paredes me tiemblan y aguardo,
aguardo a ver su cuerpo,
y la sonrisa amplia de su rostro.

Quiero creer que me ama y me sostengo
en todos los latidos de mi carne.
Es él.
Que sabe,
que es ramo sobre una rama en mis pestañas
que pesan cuando llega y se me cierran,
y no veo.

Mi pulso se acelera cuando escucho
el golpe de la sangre que él me impulsa:
aurícula y ventrículo, es eso,
un pulso que me llega en unas gotas,
y es poco.
su fuerza es sólo eso,
semilla que se agita entre dos glándulas.

Y siento que no hay más
que quede en mi que yo no haga,
y que no sepa.

Y así sigo, atrapada a fiestas de aguardar
un día y otro,
hasta que al fin recuerda que en el aire,
hay un soplo de él que soy yo misma.

Entonces viene y me sostengo
pegada con su cuerpo entre las sábanas.
Es eso para mí, no lo confundo,
cuando pasa la hora y se despide.
Poemas de Amelia Peco
 


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras