|
Qué solos
están los campos, padre,
sin la cantinela de los mozos
en sus mulas;
qué triste se han quedado
sin el ruido monótono
de la azada, la yunta y sus bilbas.
Porque ya no huelen a sudor los campos, padre,
ni el trigo a era de trillo,
ni los majuelos a peros y duraznos,
ni a polvo, el aire del camino.
No se escucha el resollar de las bestias
ni el vareo de los olivos,
no hay nadie por las suertes:
están desiertos los membrillos.
Ya no quedan granados
ni maduran los albarillos,
padre,
qué solos cantan los pájaros,
nadie escucha sus trinos,
ni se ve chicharras remolonas
ni se oye un cantinero grillo.
Qué sola está la luna, padre
mirando tus campos vacíos…
no hay humo de chozos
ni lobo en el monte perdido:
todos se fueron, padre.
Dime tú si los has visto.
(De libro “Santa Amalia, Ayer y Siempre”
1995-1997 Ayto. de Santa Amalia-Badajoz) |