Tenía yo un frasco de paciencia
y estaba repleto hasta el borde,
granito a granito esperaba
a que alguien la derramase.
Empezaron poniéndola a prueba
las tensiones
y las mentiras,
mentiras blancas,
otras negras,
traiciones enormes,
chiquitas.
Fui gastándola
muy deprisa,
nunca he sabido ahorrar.
La paciencia se va deprisa,
es como los euros de hoy.
La gasté en poquitas personas,
en las que amo,
en las que me mataron,
la gasté justo con aquellos
que no la tenían conmigo.
Un día el frasco menguó tanto
que me di cuenta de que no estaba
ningún granito de paciencia,
ahora todos
tenían más.
Me ha pasado por manirrota,
por derrocharla sin futuro,
a todos les queda un poquito
y la mía se ha evaporado.
Ahora mi frasco está vacío,
quizás algún día se recargue,
el problema es que cuando ocurra
alguien me la querrá robar.