Sálvame
de mí y de esa ciudad infestada de dioses ciegos
cuando sangran los labios del regreso
y es que naces bajo mi nombre
que ha aprendido a desnudarte cuando acaso callas
porque el silencio se teje cuando los poros gritan
somos una calle sin entrada
el retorno a la tierra de un ángel que jamás
fue hombre
somos la herida de una bala que teme salir del fusil
temiéndole al viento
Sálvame de mí y de la enfermedad
del recuerdo
cuando la tarde nos sepulta bajo el duelo de la espera.
Cuando volés, acordate de llevar mis
pasos ciegos hasta donde la libertad te alcance, corrí
tanto hasta tus cabellos que mis alas se quedaron trenzadas
en ese olvido perseguidor que baila en el segundero.
Cuando volés, acordate del sueño
para que este se vista con tormentas de cobre entre el cañaveral
y la niebla, allí donde se siembran dos estrellas y
dejan como vástago una luz que no lleva a galaxia alguna.
Cuando volés, acordate de nacerme y tallar
mi silueta, herida y lánguida, para que la oscuridad
viaje por encima del ruido y aprender al fin que es en tu
blancura donde mi ritmo se hace agua, que es en tu mejilla
donde los relojes se derriten.
Salvame de mí… Sálvame
del tiempo. |