Y lo sabe el alma:
Los hombres del piso veintiuno han muerto.
Lo ignoran las uñas desenrolladas
y el largo cabello,
las noches en calma
de amor sin te quiero, el intacto hueso,
las flores, la piel y la carne intacta
de caricia o beso.
Pese a todo algunos,
vivos todavía,
sí combatieron con fe en el futuro.
Luz y rebeldía
tuvieron sus frutos,
cobraron el alto precio a sus vidas
para que otros hombres sigan el curso
del delta absoluto.
Entre luminarias
el agua del Guadalquivir fluía.