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¡Llegó diciembre!
gritaba con júbilo aquella niña
inocente
de cabello alborotado
Dientes color cobrizo
desaliñada,
y con los pies descalzos.
Sentada frente al fogón,
fino lugar
donde su madre
vestida de harapos,
hacía crepitar los leños
para preparar los alimentos.
¡No hay nada para festejar!
Con la voz cansada
expresó,
la pequeña madre
de dos mil años.
¡Se han olvidado
de vivir,
que es de Dios
este cumpleaños!
Con tono inocente,
sin fingir esperanza
contestó la pequeña:
ya no sé si fue con la voz de
Dios, o de los santos...
¡Está por llegar la Navidad,
madre mía!
¡Ya puedo escuchar los cantos.!
Mi tata dice
que esperamos
al niño Jesús,
aquél que nació
siendo rey
en un pesebre
de palo.
¡Cuanta humildad
hay en ese niño.
Mi tata dice
que traerá regalos!
Y son muy distintos
a los que traerá,
a los niños de la hacienda
grande.
Humildad,
amor,
esperanza,
perdón,
felicidad
y sobre todo fe.
Regalos
que debemos compartir
con los demás.
Avergonzada,
la madre contestó:
¡casi lo había olvidado!
¡A mii Señor, le pido perdón!
Hija:
Pero sobre todo
no olvides,
que debes compartir
tus regalos por siempre,
son cosas del corazón
Jesús llegó
para renacer
en nuestros corazones
para la eternidad,
no sólo es una fecha,
es vivir el consuelo
de nuestro Creador...
Preparemos la mesa
esperando su llegada,
pediremos que se quede
perpetuamente a nuestro
derredor.
Al cielo elevemos esta oración:
Porque sea siempre
tiempo de amar y de perdonar,
que el Señor proteja
a los niños pobres,
a los hombres ya viejos,
a las mujeres viudas,
a los jóvenes que sienten
que ya todo se acabó.
¡ A todos ellos !
No los olvides nunca.
¡Ellos también tienen corazón!
Y sea para siempre
para los que tienen el alma de niño:
el bendito reino de Dios.
Que así sea...
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