Siempre
tuvo es maldita manía de ahorrarlo todo, ahorraba hasta
el agua y no se bañaba todos los días por temor
a que el recibo le llegara muy caro, prefería comer
muy poco y comida que no le alimentaba el cuerpo ni el alma,
economizaba hasta sus pasos pues casi no salía a caminar
por temor a que se le gastaran sus zapatos, tampoco comulgaba
por economizar ostias al sacerdote y para que las ostias no
maltrataran su hígado y redundara en un temperamento
bilioso.
Nunca fue devota de ningún santo para no tener que
pedir milagros, a todo le metía economía y
cuando todos suponían que debería tener una
inmensa fortuna y que su vida estaría en riesgo,
pues no faltaban los secuestradores, ni los estafadores
que estarían maquinando un plan para despojarla de
su riqueza. Es más, hasta pensaron que un buen auditor
podría dar cuenta de su capital. Economizó
sus risas y sus lágrimas y hasta sus besos. Todos
se preguntarán pero porque economizaba tanto y solo
había una respuesta, había muerto hacía
tres años.